Elizabeth Arias

Es una idea original del director, Andrés Roa Ariza, quien me encargó la escritura del guion de Rapunzel, el perro y el brujo.
El director, de antemano, quería ese tono. Casualmente, soy una enamorada del realismo mágico, y he leído bastante; creo que esa enciclopedia que he recopilado desde mi adolescencia, puede verse reflejada allí. Desde el guion hay muchos aspectos acotados sobre eso que tú llamas naturalismo histórico, para ello tuve que investigar muchísimo sobre el contexto y la época; procurando cuidar la verosimilitud en lo concerniente a diálogos, situaciones, acciones, etc. Por ejemplo, un amigo, Andrés Monsalve, se reunió conmigo varias veces para guiarme en lo concerniente al universo del personaje de El Perro, pues él es soldado profesional. Desde la dirección se apostó por crear el género del asusto, una especie de terror psicológico local, propio de nuestras montañas y de los cuentos que crecimos escuchando, y me parece un acierto clasificarlo dentro de este género.
Para el desarrollo del personaje del brujo tuve muy presente la imagen de un taita uitoto que conocí años antes. Algo de sus gestos, rituales y acciones están contenidas dentro del guion. Yo procuro diseñar personajes complejos, esféricos o tridimensionales, llenos de paradojas y el brujo como actante permitía mucho juego al respecto, y lo aproveché.
Ambos son muy buenos. Como guionista agradezco que los silencios, pausas, miradas, acciones, concebidos desde el guion, se hayan integrado de una manera tan orgánica dentro de sus interpretaciones. Para ellos, gratitud y admiración. Supe desde la etapa de escritura que serían ellos, especialmente Anderson Ballesteros, estaba definido. La confirmación de la participación de Álvaro Rodríguez fue un poco más oscilante, pero en general sí, escribí pensando en los intérpretes y eso fue hermoso.

Andrés Roa Ariza y su casa productora Roa and Filmmakers Crew, fueron condenados por la Dirección Nacional de Derechos de Autor por violar el derecho moral de la paternidad del guion. Esto quiere decir, que de manera sistemática Andrés Roa y su casa productora, aseguraron en notas de prensa, materiales publicitarios y entrevistas que él era el autor del guion, y no yo. Actualmente no tengo ninguna relación creativa ni personal con él, y nuestra comunicación está mediada por nuestros abogados.
Ha sido muy bella. Lo hago, no como una especialista en derecho de autor, porque no lo soy, sino como autora, en contextos donde algo de mi experiencia sirve como precedente para los creadores que asisten. El ejercicio ha sido muy interesante y el apoyo del gremio, contundente.
No es fácil, pero tampoco es imposible. Yo he aprendido a navegar en medio de las dificultades, y al día de hoy tengo una carrera hecha a pulso, de la que me siento orgullosa. El cine colombiano está lleno de creadores con historias maravillosas, cada vez más virtuosos, en crescendo a nivel estético y narrativo, y de crescendo en lo que concierne a apoyos y recursos. Esto último es preocupante.
Busco sanar esta herida moral para volver al ruedo. Cuando lo haga, quiero seguir escribiendo y actuando. Como docente universitaria de guion, en varias facultades audiovisuales de Medellín, he desarrollado gran amor hacia las tutorías de nóveles creadores, y me gustaría asesorar nuevos guiones por fuera de la academia. Tengo listo un guion de largometraje, y espero hallar, a futuro, un equipo idóneo y los recursos para que suceda. No tengo ningún afán.
